«Perdonar es la fragancia que la violeta deja ir, cuando se levanta el zapato que la aplastó». Mark Twain

Parece poco saludable pensar que el perdón es la mejor estrategia para nosotros cuando nos sentimos heridos. La verdad es que cuando nos acaban de hacer daño, el dolor puede llegar a ser muy intenso; nos sentimos traicionados.

Los mecanismos naturales de respuesta suelen estar relacionados con el miedo, probablemente a volver a sentir otro ataque que acabe de destruir lo que queda de nosotros.

  • Huimos: nos retiramos, nos escondemos y dejamos que el dolor se instale en nuestro corazón. Evitamos el contacto con la persona causante de nuestros males y agachamos la cabeza si nos la encontramos casualmente, mientras el corazón parece que se nos sale por la boca.
  • Atacamos: nos enfrentamos, plantamos cara y entramos en ira que con el tiempo se acaba transformando en rencor, venganza y deseos desagradables.

Dicen que el tiempo lo cura todo y a veces sucede que podemos llegar a neutralizar el ataque, y nos acaba resultando indiferente. Es un proceso ecológico emocionalmente, para dejar de sufrir. Pero es muy probable que se quede instalado en nuestro subconsciente una huella: un mecanismo de respuesta automatizado que ante situaciones que nos recuerden algo parecido, nos active la misma respuesta.

O bien te vuelves desconfiado ante la especie humana, esperando que se vuelva a repetir, o bien eres de los que consideran que un buen ataque es la mejor defensa.

Pero cada persona es única, y todos tenemos momentos. Que una persona te haga daño no quiere decir que todas las personas te vayan a hacer daño. O incluso que las circunstancias con la misma persona no puedan cambiar.

Existe un atajo mucho más interesante para nuestra mente, que ayuda a sanar más rápido y eficazmente. El arte de saber PERDONAR.

Observa que bonita es la palabra en si misma: perdonar se compone de per (pasar, cruzar, adelante) y donare (dar, regalo). El perdón es una fuerza liberadora. Con el perdón dejo de sentir ira e indignación interior. Es un acto íntimo que nos permite reconciliarnos con el pasado y dejar de sufrir.

En cambio, para los que no olvidan, el pasado está presente y el dolor de ayer, convertido hoy en rencor, continúa devorándoles. Con la acción de no perdonar y recordar, esas personas están continuamente reviviendo una experiencia de dolor que les sume en infelicidad y malestar. No perdonar causa frustración y daño permanente. Odiar bloquea, entorpece nuestros pensamientos y envenena la vida. Las personas con capacidad de perdonar gozan de mejor salud, padecen menor ansiedad y se deprimen menos.

Recuerda que nuestra mente no es capaz de diferenciar lo que está viviendo y es real, de lo que recuerda o se imagina. La respuesta en nuestro organismo es exactamente igual.

¿Por qué debemos perdonar y cómo hacerlo?

El psicólogo norteamericano, Robert Enright, afirma que las personas que han sido profunda e injustamente heridas, pueden sanar emocionalmente perdonando a su ofensor. También el fraile dominico Henri Lacordaire dijo: «Quieres ser feliz un instante? Véngate. “Quieres ser feliz toda la vida? Perdona».

El perdón permite liberarnos para seguir adelante más ligero. Expuesto de manera metafórica: “Puedes recordar el frío del invierno, pero ya no tiemblas porque ha llegado la primavera”.

El perdón es bueno para nosotros: quiero dejar de sufrir y sólo puedo hacerlo si, dejando atrás el resentimiento, perdono y olvido.

Existe un proceso para perdonar. Perdonar no es sólo fingir que nada ha ocurrido, disimular o negar lo que nos ha dañado. Perdonar es dejar de lado pensamientos negativos sobre lo ocurrido y que teniéndolos presentes nos provocan dolor hoy por algo que ocurrió ayer.

  • Para perdonar lo primero es reconocer el daño que hemos sufrido.
  • Después, dejar que las emociones vinculadas con el mismo fluyan hasta disiparse: nos sentimos engañados, ofendidos, heridos o maltratados y sentimos dolor, ira, decepción. Por eso, hay que identificar la fuente de la herida, lo que sentimos y por qué lo sentimos. Dejar que nuestro dolor se cure expresando lo que nos ha hecho daño.

Sin embargo, lo fundamental de este proceso es la disposición a perdonar. Perdonar es en realidad una decisión egoísta. Si nos cuesta encontrar motivos más espirituales, podemos decidir perdonar porque serenará nuestra mente y nos ayudará a recobrar nuestra alegría. Perdonar es la puerta que nos libera de emociones negativas y destructivas.

  • Una forma de perdonar es sentir compasión. Ponernos en la posición de quien nos ha hecho daño intentando entender su motivación, sus razones, su miedo o su sufrimiento. No juzgar a los que nos han dañado, sino intentar verlos desde una visión distinta, de forma compasiva. Por lo general, descubriremos que son personas vulnerables, con grandes heridas, carencias y miedos. Al perdonar nos libraremos del dominio que ejercen sobre nosotros mediante el odio que seguimos sintiendo. Por eso, el perdón libera nuestra memoria y permite vivir en el presente, superando el ayer doloroso.

Sin embargo en ocasiones la ofensa, el dolor o el daño son tan enormes que no sabemos, o no tenemos fuerzas para perdonar. La razón está en que sufrimos un dolor muy intenso. En esos casos debemos saber que el dolor, como todo en la vida, tiene un proceso. El dolor debe remitir y lo hará con el tiempo. Lo que es contraproducente para nuestra felicidad, es seguir recreándose en lo ocurrido trayéndolo a nuestra memoria, una vez que el dolor va perdiendo intensidad. Si recordar es volver a vivir, perdonar es olvidar para no sufrir.

Alguien comparó guardar las ofensas y no perdonarlas con meter patatas en una mochila y cargar con ella todos los días y a todas partes. Cuantas más patatas-ofensas guardemos en nuestra mochila emocional, más pesada será su carga. Con el paso del tiempo esas patatas se van deteriorando y además de tener que acarrear su peso, deberemos soportar el hediondo olor de su podredumbre. Actuar y vivir así, es arrastrar un peso emocional insoportable. Todos cargamos con esa mochila, aunque debemos aprender a vaciarla de vez en cuando porque somos nosotros quienes soportamos su carga. Por tanto, el perdón, no es un regalo para el otro. La realidad es que los más beneficiados por el perdón son los que lo dan.

Perdonar es la poderosa afirmación de que las cosas malas no arruinarán nuestro presente, aun cuando hayan arruinado nuestro pasado. Responsabilizar a las personas por sus acciones no es lo mismo que culparlas por nuestros sentimientos. Estos, son sólo cosa nuestra.

El perdón, en definitiva, es una expresión de amor. Una respuesta totalmente distinta a la reacción del miedo.

¿Con cual te quedas?